martes, diciembre 31

Carta a nadie.

No quedan hojas en las copas de los árboles.
Yo, que deseaba el invierno, que esperaba con ansia la llegada del frío.
Ojalá hubiera sabido que no iba a necesitarlo. Ahora muero de frío. Otro año que se va.
Hoy vuelvo a mirar atrás y no veo nada. Es en este momento cuando me doy cuenta de que no he conseguido terminar nada en mi vida. Absolutamente nada. No soy nadie.
No necesito llorar. Ni siquiera un abrazo. O sí. No.
Este frío que recorre cada una de mis células no me permite respirar.
Odio a todo el mundo. Se ha apoderado de mí tal sentimiento de misantropía que no se permite restarme un mísero segundo para vivirlo en armonía.
Esta ambivalencia logra incluso que odie la música.
Hoy te odio. Mañana te amo. Pasado te mato. Al siguiente me mato yo.
Podría desearle algo al nuevo año. Podría, pero no. Ojalá ella, la única persona capaz de sacarme una sonrisa no forzada y de hacer que me brillen los ojos, estuviera aquí.
Mientras tanto, paso las horas buscando frases que puedan definir lo que siento.
«¿A quién le importa si estoy roto? Joder, a mí tampoco.»
Probablemente tú, que lees esto, no tengas culpa de nada. Tú tampoco podrías hacer desaparecer este vacío que ni el ron llena. Hoy es otro día en el que sigo sin encontrar el motivo para afeitarme.
Aparte, es demasiado triste llegar a pensar lo que yo pienso.
Con las ganas de nada. ¿Por qué?
Gracias, que os jodan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario