martes, diciembre 31

Carta a nadie.

No quedan hojas en las copas de los árboles.
Yo, que deseaba el invierno, que esperaba con ansia la llegada del frío.
Ojalá hubiera sabido que no iba a necesitarlo. Ahora muero de frío. Otro año que se va.
Hoy vuelvo a mirar atrás y no veo nada. Es en este momento cuando me doy cuenta de que no he conseguido terminar nada en mi vida. Absolutamente nada. No soy nadie.
No necesito llorar. Ni siquiera un abrazo. O sí. No.
Este frío que recorre cada una de mis células no me permite respirar.
Odio a todo el mundo. Se ha apoderado de mí tal sentimiento de misantropía que no se permite restarme un mísero segundo para vivirlo en armonía.
Esta ambivalencia logra incluso que odie la música.
Hoy te odio. Mañana te amo. Pasado te mato. Al siguiente me mato yo.
Podría desearle algo al nuevo año. Podría, pero no. Ojalá ella, la única persona capaz de sacarme una sonrisa no forzada y de hacer que me brillen los ojos, estuviera aquí.
Mientras tanto, paso las horas buscando frases que puedan definir lo que siento.
«¿A quién le importa si estoy roto? Joder, a mí tampoco.»
Probablemente tú, que lees esto, no tengas culpa de nada. Tú tampoco podrías hacer desaparecer este vacío que ni el ron llena. Hoy es otro día en el que sigo sin encontrar el motivo para afeitarme.
Aparte, es demasiado triste llegar a pensar lo que yo pienso.
Con las ganas de nada. ¿Por qué?
Gracias, que os jodan.

sábado, noviembre 30

Otoño.

Otoño. Finales de Noviembre. Frío. Mucho frío.
Camino observando como caen las últimas hojas de los árboles. El viento acaricia mi sudadera, y ésta, a mí. Música en mis oídos. Todo es precioso. La gente ya no sabe de qué quejarse. Claro que hace frío, que unas putadas suceden a otras. Claro que todo está hecho una mierda. Pero lo estamos sintiendo.
Qué sería de la poesía, de los libros, de las canciones, de las películas. No habría nada de lo que amamos sin la nostalgia, sin el desamor, sin las ganas de saltar de un puente deseando que alguien aparezca y nos detenga en el último momento. La inspiración tiene que venir de algo.
Ayer creía que sabía escribir. Hoy me siento un cutre y penoso intento de escritor.
Parece que la vida es un infierno. En realidad nos gusta ser tristes. Nos gusta sufrir, somos masoquistas. O gilipollas. -Los que van de tristes son auténticos gilipollas.- El verdadero arte nace del dolor. Amamos sentir algo que podemos plasmar. Duele tanto que nos encanta. Vivimos en un puto estado de ambivalencia tan insoportable que no queremos salir de él.
Joder, qué frío. Las putas siguen en sus esquinas. El millonario en su chalé, con la calefacción por las nubes. La capucha solo deja entrever mi rostro. No llueve. Mi aliento se hace cada vez más visible. Ojalá pudiera calentar sus dedos. Los míos ahora no importan.
No hay inspiración para el que no siente. No hay frío para el que no siente.
Camino observando como caen las últimas hojas de los árboles.
No hay Otoño para el que no siente.

sábado, noviembre 23

Suficiente.

Me miro al espejo y no veo más que un rostro cansado, con los ojos tristes y vidriosos. No me siento bien. Ayer pensaba que sí, parecía que estaba avanzando, que vencía a mis demonios. Incluso esta mañana lo podía parecer. Pero solo podía. A pesar de la ropa y las mantas siento demasiado frío. Ha vuelto ese vacío que no sé cómo llenar. Tengo ganas de llorar y tampoco sé por qué.  Me apetece emborracharme. Quiero pasear bajo la lluvia pero no me levanto de la cama. Necesito un abrazo. No tengo a nadie que me lo de.
Pero, ¿qué más da? Excelsior. Hoy he visto El lado bueno de las cosas, y me ha gustado y llenado tanto como deprimido. Esta nostalgia cada día me destroza un poco más.
<<Y así es, sobrevive a la guerra después de volar en pedazos, sobrevive y escapa a Suiza con Katherine, pero ahora ella está embarazada. ¿No es maravilloso? Y escapan a las montañas y serán felices y beberán vino y bailarán juntos. Hay escenas de ellos bailando que son aburridas, pero me gustó porque eran felices. ¿Creéis que termina ahí? ¡No! Escribe otro final, ella muere. El mundo es suficientemente difícil tal como es, suficiente ya. ¿No pueden ser positivos? Tengamos un final feliz.>>
No consigo escribir ni componer nada. Me duele tanto que ni me inspira. No, esto no es poético. Estoy cansado de no encontrar mi lugar, de sentirme un desconocido. No aguanto más estos temblores.
<<Cualquier cosa es posible. Usualmente nos quedamos atrapados en un estado de negatividad, y es un veneno como ningún otro.>>
Prometo que necesito un abrazo.

miércoles, noviembre 13

'Me vacían las entrañas.'

Últimamente siento que me consumo más de la cuenta. Soy como un mechero sin gas, como una hoguera sin leña. Hace tiempo solía ser feliz porque no comprendía nada de lo que ocurría a mi alrededor. Era todo un ingenuo. Ahora soy todo un gilipollas, pero no me arrepiento de ello. Escribir se ha convertido en mi consuelo, en una forma de imaginar que alguien me "escucha" y se interesa por mí. Imaginar.
Hoy siento que no puedo más, no puedo conmigo. Está lloviendo. Quiero salir y mojarme, pero ni siquiera tengo fuerzas para ello. No sé ni dónde esconderme. Es un día de comer y escuchar música triste sin nada más que hacer. Es un día detrás de otro. Realmente tampoco tengo ganas de seguir escribiendo esto. La mitad de esta entrada es de ayer. Ojalá apareciera ella de repente y me abrazara.
Entre llorar y saltar por la ventana.

martes, noviembre 5

Abubucaca.

No todo es una mierda en mi vida. En realidad hay aspectos que son perfectos. Sí, claro que hablo de ella. Yo era el típico niño adolescente con el pavo subido que se comportaba como un gilipollas - ahora lo soy -. Ella era la típica niña adolescente con el pavo subido y aires de pija - ahora es perfecta -. Hoy hace más de tres años de aquellos tiempos. Yo estoy en Almería. Ella sigue en Granada.
Habláis de distancias como lo peor del mundo, y lo es. Vuestro problema es que os morís porque no podéis estar junto a una persona a la que habéis conocido por internet, cuando lo más seguro es que si la tuvieseis al lado cada día, no os importaría una mierda. Vuestro problema es que sois gilipollas. Me cago en el primero que se fumó la distancia - maldito hijo de puta -. Mi problema es que estoy lejos de la persona que da sentido a mi vida. He compartido todo con ella durante los últimos dos años y diez meses. No sabéis lo que es despedirme de ella cada domingo por la noche viendo sus ojos húmedos y enrojecidos, viendo como sufre por mi culpa, porque me voy. No sabéis lo que es que se cierre el ascensor, que todo a vuestro alrededor se vuelva oscuro y el mundo se os venga encima. Correr y golpear el buzón de madera destrozándome los nudillos. Ya es rutina. Se avecina otra semana o par de semanas sin sus besos, sin sus caricias, sin apoyar mi cabeza en su pecho, sin acariciar su pelo, sin sus sonrisas. Otra puta cantidad de días sin escuchar su risa, su risa única y maravillosa.
Mi cuerpo arde, luego hiela, y finalmente abrasa; piel, sangre y corazón.
Ella es la razón de mi ser, ella es mi motivo para levantarme de la cama cada mañana, ella es mi sonrisa, ella tiene mi corazón, ella es todo. Y esto no es una gilipollez a pesar de haberlo escrito yo, esto no es lo típico que todos escribís para luego cagaros en la puta madre de esa persona cuando os joda. Esto es mi realidad, esto es lo que siento, esto es lo que vivo.
Sé que leerás esto en algún momento, y sé que lo sabes, pero te amo.

jueves, octubre 24

Nostálgica rutina.

Llega un momento en la vida de toda persona en el que quiere superarse, ser mejor de lo que es. Un momento en el que quiere llegar a ser algo con lo que sentirse bien. En mi caso han sido muchos momentos y nunca han funcionado. Es como cuando pasa tu tren y no lo coges; a veces porque te distraes, otras porque no corres lo suficiente como para subirte, y otras porque sencillamente deja de ser el tuyo, cambias de dirección. Hoy, de madrugada -como casi siempre que escribo-, vuelve a ser uno de esos momentos. Pues bien, esto no tiene nada que ver con el tema de hoy.
Sigo mal. Ya, no es ninguna novedad. Salí a la calle y fue como si en ese mismo instante, mientras salía del portal, me cayese encima un puto piano desde la azotea del edificio. Así tal cual, tan poético, tan musical. Aún así, seguí caminando lentamente, con los auriculares bajo el gorro.
<<Escribo cuando estoy jodido, de ahí el vicio diario.>>
No sabía si mirar el suelo o a la multitud con la que me cruzaba. El viento era fuerte, al menos me hacía compañía -no quedaba mal combinado juntos a mis ojos tan irritados como relajados, típicos de ese momento en el que podrías romper a llorar pero aguantas-. Llegué al puerto, me senté en el muelle y miré el mar. Me dolía. Y no sabéis qué asco me daba, y me doy.
<<Fuiste tan París y yo soy tan Chernobyl.>>
No podía, tenía que volver. Fui y saqué el puto billete. Allí al menos tendría un motivo para sonreír. Si buscáis moraleja, no la hay, al menos para vosotros. Ella es mi moraleja.
Me acabo de dar cuenta de que quedan dos meses para Navidad.
Hoy no quiero un cigarro; hoy quiero un abrazo.
Y ron. Mierda.
<<...>>

martes, octubre 22

Cheque en blanco.

Otra noche más en vela. Sí, la echo de menos, como siempre. Esta vez no sé sobre qué escribir; no hay nada nuevo, todo sigue igual. No estoy bien. Mejor dejar que los dedos fluyan. Me sentiré mejor, o no.
Me apetece hacer memoria, un descanso, una excusa. Recuerdo cuando era pequeño. En aquellos tiempos era feliz. Ni siquiera tenía que pararme a preguntarme si lo era. Solo lo era.
Después seguí creciendo y empezó a influir en mí el resto del mundo. Quizás me cortaba demasiado el pelo, tal vez ganaba unos cuantos kilos, o simplemente me elegían el último a la hora de escoger los equipos. Ya no era tan feliz, aunque tampoco me lo preguntaba.
Llegué a la puta adolescencia - aún no sé si he salido de ella -. En realidad no me importa un mierda esta parte de mi vida. No quiero seguir con esto. Si fuera una hoja de papel usaría el mechero.
Esta vez no está funcionando, no me siento mejor. No puedo permitirme estar así. Hoy puedo permitirme lo que sea, hoy quiero permitírmelo. Hoy me apetece ron y un cigarro. Nunca he fumado ni quiero hacerlo. Ni siquiera pienso hacerlo.
<<-Anda ya. No pensaba seguirte el rollo. Eres nocivo.
-¿Nocivo? -repetí.
Mentiría si dijese que no me halagó aquella palabra; tenía tanta fuerza que resultaba tentadora. "Nocivo".>>
Necesito sentirme bien. Solo ella me hace ser yo mismo. Ella que se queja de que depende de mí. Ella que es toda mi fuerza. Quiero ver la luna, quiero abrazarla. Ella es mi cura.
Hoy me apetece ron y un cigarro.

jueves, septiembre 26

Aullidos sordos.

Hace cuatro días que no piso mi ciudad. Sí, al final cogí el tren. Ahora estoy lejos de muchas cosas pero solo me importa una, y está claro que es ella. No sabéis cómo la echo de menos. Y me siento extraño, podría comerme el mundo pero no tengo ganas de hacer nada que no sea tirarme en la cama o en el sofá. Enciendo el portátil, miro twitter, abro el blog, pero nada; lo miro, intento escribir algo y no sale nada. No encuentro la inspiración. Supongo que ella es mi inspiración.
Pero bueno, tampoco hace falta, esto es como un confesionario. Estoy ante la oportunidad de abrirme un futuro, un futuro en el que consiga ser feliz. He conseguido entrar en la carrera que siempre quise, se supone que es el sueño de todo estudiante, pero es irónico, ahora que estudio lo que quiero no puedo ser feliz si ella no está. Lo único que queda es apretar los huevos, estudiar y luchar por conseguir una buena nota para volver el año que viene. Y sí, siempre quise estudiar fuera, pero esto es tóxico, es como tomarte un plato de tu comida favorita sabiendo que te vas a poner malo al hacerlo, no es sano.
No sé, tal vez podría definirme como un lobo en las profundidades de un bosque, de un bosque que no conozco, pero en el que sé que no me voy a perder. Y ahora solo queda aullar a la luna como esperando una salida, como si por cada aullido, por cada grito sordo, fueran a desaparecer un par de kilómetros de distancia entre ella y yo. Al menos algo no ha cambiado, sigo tan iluso como siempre..

jueves, septiembre 12

El próximo tren.

Llevo días pensando 'Venga, voy a escribir' pero al final acabo tumbado en el sofá y sin ganas de nada. Hoy ya era el momento. Estos días pensaba que tenía que luchar, que no valía tirarme en la cama y empezar a quejarme de todo, era hora de disfrutar la vida al máximo, de exprimir cada segundo. Ojalá durara más de tres días ese pensamiento en mi cabeza. Pero no. Hay trenes y trenes. Que no os engañen, van a seguir pasando uno detrás de otro, pero bien es cierto que igual el que coges no es el adecuado, o no lo coges en el momento que deberías. En mi caso me paso la vida queriendo coger cada tren, en todo momento, pero acabo por no coger ninguno. Dentro de poco, en apenas dos semanas tengo un tren que coger, quizás el más importante, el que termine por definir completamente mi vida, pero desde hace unas horas me he planteado el dejarlo pasar, el seguir por el mismo camino que iba. Acabo de salir de la ducha, esa típica ducha un poco más larga de lo normal en la que repasas todo lo que tienes en mente, dándole más y más vueltas, sin ni siquiera darte cuenta de que te estás duchando, te olvidas de todo a tu alrededor, solo sientes el agua cálida recorriendo cada poro de tu piel. Seguramente cada minuto que pase me vuelva un poco más indeciso. Sí. No. Sí. No. Sí. No.. No por todo lo que dejo atrás. Sí por todo lo que me voy a perder si no lo hago. Sé que tengo que coger ese tren, pero sé que va a ser duro. Lo que no sé es de dónde voy a sacar las fuerzas para subir y llegar al final del trayecto. Hoy he vuelto a derrumbarme, y justo después me he vuelto a decir a mí mismo 'Eh, levántate, así no solucionas nada'. Pero no me he levantado, no puedo.

martes, agosto 27

Desde el abismo.

A veces abro el blog y leo mis primeras entradas, leo la que era mi forma de pensar, y no es que haya cambiado, pero ahora escribo diferente, ahora soy otra persona. O no. Hace ya un tiempo que no sé lo que me pasa. Han ocurrido demasiadas cosas, todo muy junto, es probable que mi vida dé un giro drástico en apenas un mes. No sé si reír o llorar, y no hago ninguna de las dos cosas. Busco la raíz de mi problema, pero me pierdo, a veces creo que ni siquiera tengo un problema, pero en realidad, eso sí que sería un problema. Puede que tal vez solo quiera destrozarme a mí mismo, puede ser que me haya vuelto loco, que quiera quedarme completamente solo y acabe por perderles a todos. Vaya, he dicho todos como si fueran muchos. He conocido a muchas personas en mi vida, creía haber hecho muchos amigos, pero no puedo contar ni con una cuarta parte de todos ellos. Aún así, debería dar las gracias por los que están ahí, si alguna vez me pasara algo me gustaría que por casualidad leyeran esto y supieran que les quiero, porque es así. Luego está ella. Bueno, ese 'luego' no es totalmente correcto; ella está por delante de todo lo demás. No he sabido tratarla como se merece, como una princesa. Me he destrozado a mí mismo, y me estoy llevando todo por delante, incluso nuestro amor. Aún no está todo perdido, es cierto, pero no encuentro las fuerzas que necesito para levantarme y salir del pozo. Y me doy asco, porque hay gente que está fatal, gente que ni siquiera tiene para comer, gente que está al borde de la muerte, que está en un abismo de verdad, y yo me quejo sin saber mencionar el motivo. No sé qué decir, estoy tan estancado que no encuentro ni las palabras para expresarme. Aún no sé ni el por qué estoy escribiendo esto, si lo hago para defenderme, para excusarme por mi comportamiento, o para inventarme un consuelo que nadie va a creerse. La verdad es que echo de menos cuando era tan ingenuo e ignorante, cuando no me daba cuenta de las cosas, de las maldades, de las putadas. Echo de menos cuando simplemente era feliz, cuando sonreía y solo quería hacer sonreír a los demás, porque sí, la felicidad sí existe, será efímera, o será como sea, pero a día de hoy, con la mierda al cuello, al menos puedo decir que he sido feliz en esta puta vida.

viernes, julio 19

Campamento '13

Ya estamos aquí otra vez. En casa. En nuestra puta casa. Miles de personas deseando volver a casa, otras miles que lo han conseguido y lo celebran; pero nosotros lloramos. Estamos inundados por la rabia, por la desesperación. Han acabado otra vez esos días, esos diez días juntos. Dos pequeñas de Jaén, nuestra Inés de Salamanca, los madrileños y los granaínos. Por unos días hemos sido todos del mismo rincón del mundo, del mismo pueblo, de la misma provincia. Hemos compartido acento, pronunciación, costumbres.. Otro año más nos hemos hecho hueco unos y otros en nuestros corazones, un año más esos corazones se han partido en trocitos al despedirnos, trocitos que se han ido con cada una de las personas de las que nos separamos. Hemos sido una familia, una familia unida. Siempre pasa lo mismo, pero lo mismo cambia, y al final todo es distinto.

Todo empezó el día 7. Llegas el primer día, cargado de ilusiones, de que todo va a ser genial. Pero nada más empezar ves que falta gente, que ya no están las mismas personas que el año pasado hicieron de ese campamento que quedara grabado en tu memoria para siempre. 'El síndrome del campamento de verano lo llaman'. También hay incorporaciones nuevas, gente que casi nadie conoce, gente que llora y que quiere que estos días pasen lo más rápido posible. Esta gente no sabe que nueve días más tarde llorarán sin consuelo porque no querrán irse. El autocar sale desde Granada, recoge a las chicas de Jaén, para en Madrid, dónde comienzan la locura y los reencuentros. Finalmente llegamos al punto de destino, Monteagudo (Navarra). Entras al campamento y todos los recuerdos vuelven a tu mente; el patio interior, las mesas llenas de nombres rayados encima, las habitaciones con las literas y las paredes infectadas de arañas, las peleas para decidir si los baños buenos son para los chicos o para las chicas.. Como siempre, cenamos compartiendo bocadillos, elegimos litera y compañero/a en ella, saludamos a todo el mundo, y empezamos la primera velada. Tras esto, se reparten los monitores con sus respectivos grupos, y a intentar dormir, aún acostumbrándonos a la sensación de estar todos juntos de nuevo en el campamento.

El segundo día ya empieza la rutina. Levantarse temprano, lavarse los dientes, hacer un poco de ejercicio con el monitor ese tonto que se cree gracioso (anda, si soy yo), desayunar, hacer la oración de la mañana, limpiar la zona del campamento que toca ese día, catequesis, manualidades, comer, lavar la ropa (si eres limpio, hay quien lava una vez en todo el campamento y sobrevive), ir a la piscina, ducha, merendar, organizar la velada, cantar en los coros, cenar, disfrutar la velada de la noche. Siempre la misma rutina, una rutina diferente, una rutina que cada día tenía mil cosas nuevas, mil cosas diferentes, mil cosas que nos hacían reír y llorar como locos, mil cosas que hacían que esos días fueran únicos. Es una rutina que no podría ser menos rutina.

Los siguientes días se suceden de forma demasiado rápida, todo va y viene, el tiempo pasa volando. Que si hoy me tengo que disfrazar de esto, que si tengo que preparar un juego de lo otro, que si tenemos que limpiar bien para que nos pongan buena nota y ganemos el ‘estropajo de oro’, que si el jurado de esta velada no vota bien a mi grupo, que si Encarna no ha hecho sanjacobos este año y casi se ha acabado el campamento, que si quiero repetir el primer plato porque el segundo no me gusta, que si me lavas mis cubiertos y yo te los lavo a ti mañana, que si se nos acaba el tiempo y todavía no hemos preparado lo de esta noche, que si no nos  hemos hecho suficientes fotos.. Luego están las frases míticas de cada año, y en este, el ‘Venga, Kalise para todos’, ‘La cobra taka taka’ y el ‘Todo a euro’ han quedado en la retina de todos. En general todo giraba en torno a la velada de por la noche, pero mientras la preparas, te vas acercando a los demás, vas creando amistades nuevas y reforzando las que ya existían, vas conociendo a fondo a cada persona y dejándote conocer por los demás. La relación es genial con todo el mundo, en sitios como este no puedes llevarte mal con la gente, no hay lugar para eso. Y bueno, siempre hay un grupo con el que la relación es casi perfecta; a esos no los vas a olvidar nunca.

Podríamos tratar mil temas más, podría contar las mil cosas que he aprendido, las mil risas y mil lágrimas que he soltado en estos días, podría enumerar demasiadas cosas, pero no hay tiempo para eso, ni palabras para describirlo.

Finalmente llega la última noche, la velada acaba perfecta, todos estamos felices. Perdón, quería decir ‘parecemos’. A nadie se le olvida que a la mañana siguiente tenemos que tener las maletas preparadas, que subiremos al autocar y todo acabará un año más. Las sonrisas empiezan a convertirse en lágrimas, los abrazos no se acaban para nadie, aparecen bolígrafos y cuadernos por todas partes; todos quieren la dedicatoria del resto. Todos estamos unidos, todos somos uno, todos somos una familia. Algunos se van a dormir entre lágrimas, otros se pasan la noche en vela mirando el cielo estrellado. Ay, cómo vamos a echar de menos ese cielo.

Para los monitores suena la alarma, para el resto la música. Hora de levantarse. Hora de preparar todo. Hora de despedirse. Todos organizan sus maletas, algunos rompen a llorar, el resto intenta animarles. Llega el momento, algunos monitores se quedan en el campamento, toca despedirse de ellos, coger las cosas, echar una última mirada al lugar donde hemos vivido todos estos momentos y subir al autocar. Paramos a mitad de camino con Madrid, algunos ya lloramos, pero todavía podemos soportarlo. Volvemos a subir y en dos horas ya estamos en la verdadera parada; Madrid. Todos bajamos para comer allí, hasta ahí todo bien. El problema es que algunos de los que bajan no van a subir después. Rompemos a llorar, todos nos abrazamos a los que ni siquiera pueden quedarse a comer, intentamos robarles el último beso, el último abrazo, la última sonrisa.. Hay que quedarse con lo bueno, hostia. Vamos a comer, aún quedan algunos que van a esperarse hasta el último momento. Terminamos, hora de subir de nuevo. Nos despedimos de los que quedan, subimos al autocar entre lágrimas y observamos pegados a la ventanilla como ellos también lloran desde abajo. Este arranca, los que nos despedían desde abajo no lo soportan, alguno cae de rodillas desesperado, otros no saben dónde mirar, dónde meterse.. Y los que estamos en el autocar nos derrumbamos, ya no hay consuelo, ya no hay marcha atrás. Lágrimas, demasiadas lágrimas. Intentamos cantar por el camino, consolarnos unos a otros, sonreír. Qué difícil. Paramos a mitad de camino, las chicas de Jaén bajan, nos despedimos y prometen volver el año que viene. Subimos de nuevo, la próxima es la última parada; Granada. Por fin llegamos, bajamos, recogemos nuestras maletas, saludamos a nuestros padres (al menos ellos si están felices de vernos aunque se nos haya acabado el campamento). Abrazos, abrazos por todas partes e intentos de sonrisas medio aceptables. Promesas de volver a vernos en breve, ya no hay tantas lágrimas como antes.

‘Se acabó’. Eso es lo que diría cualquiera. Y yo me reiría en su cara a pesar de las inmensas ganas de llorar que tengo mientras escribo esto. Sí, nos vamos a echar mucho de menos, pero esto no se va a acabar nunca. Esto no es un simple grupo de personas que se ha reunido durante unos días en un campamento de verano. Esto.. esto es una familia. Nosotros somos una familia, y las familias.. Las familias son para siempre.


Muchas gracias a todos los que habéis hecho posible todo esto. Todos os habéis hecho con un hueco en mi corazón. Y en especial, quiero dar las gracias a mi grupo, ha sido un honor ser vuestro monitor, y concretamente a cuatro personas demasiado importantes que viven muy lejos; Erika, Juanjo, Iñaky e Inés. Os quiero muchísimo a todos. Me habéis hecho muy grande, mil gracias.

viernes, marzo 8

En ruinas. En pedazos. Deshecho.

No puedo soportarme. Nada está bien. Es un día triste y otro también. Ni siquiera me salen las palabras. Solo siento que soy un cuerpo inerte, una mierda que pasa desapercibida en todo momento. Tan solo 17 años, casi 18. Me paso los días buscando respuestas a preguntas sin sentido. Ella no me quiere como antes. Ellos se pasan el día riñéndome. Amigos, tres o cuatro y no me entienden. Y la culpa no es suya, es mía.
Solo soy una persona que querría pasarse la vida escribiendo, sacando fotos y leyendo libros. Querría pasear bajo la lluvia cuando me apeteciera, olerla en todo momento y escuchar el mar a lo lejos. Querría ahogar las penas con un buen amigo sincero. Querría contemplar la noche estrellada, caminar sin restricciones, sentirme libre. Pero sobre todo querría pasarme toda mi vida a su lado, haciéndola sonreír con solo una mirada, y reír a carcajadas con mis tonterías, besarla y abarzarla durante el resto de mis días, perder la rutina en un rincón, y que de la misma formas nos perdamos los dos solos recorriendo el mundo. Me gustaría que volviera a morirse por mí, que volviera a necesitarme en todo momento.
Pero no, me paso el día quejándome de que todo me va mal en vez de luchar, y por más que escriba cómo me siento, sé que nada va a cambiar, ni yo, ni lo que me rodea. Me siento como una marioneta sin su titiritero, que no hace más que escribir y escribir. Ahora me pasaré la tarde debatiendo si publicar esto o quemarlo desde la azotea para que el viento y la lluvia se lleven cada palabra desintegrada. Si lo lees, aprende un poco de mí y lucha por lo que quieres, sin dudar, sin que nunca te falten ganas, demuéstrale al mundo que no solo hay inútiles como yo.
Y si no lo lees, bueno, en ese caso..

jueves, enero 17

Espejismos.

Un día de repente te levantas feliz, pero eso no dura nada, tal vez ni siquiera te levantaste así, solo lo parecía. La felicidad solo son momentos efímeros que duran unos minutos, puede que tan solo unos segundos, y a veces ni nos damos cuenta. Nos pasamos la vida diciendo que buscamos las felicidad, nos preguntan nuestras metas en la vida, 'Ser feliz', contestamos ilusos. Ni que eso fuera posible.
Entonces te levantas y sonríes, como en las películas, como si de verdad el día fuera a ser perfecto. Pero por un motivo u otro, todos a tu alrededor se acercan a ti, te comienzan a robar sonrisas, una tras otra, hasta que comienzas a sentirte solo y vacío. Pasas de tenerlo todo a no tener nada, así día tras día, y encima se quejan de que estés mal. Dicen que no tienes motivos, que deberías estar perfectamente feliz, pero no te conocen, no saben como te sientes, ni siquiera saben lo que has hecho hace cinco minutos y te hablan como si hubieran estado a tu lado todo el día. Familia, amigos, incluso ella. Todo se vuelve en tu contra, solo te quedan la música, la lluvia, el boli y el papel. Pero eso también es malo, la música es depresiva y te hace perder el tiempo, la lluvia te moja y debes llevar paraguas, y el boli y el papel debes usarlos para estudiar, o eso te dicen.
Pero, ¿quién dice qué es lo bueno y qué es lo malo? Sube el volumen, tira el paraguas y escribe lo que sientes, porque cuando no te tengas ni tú mismo, cuando hagas lo que todos quieren, entonces sí que estás acabado.

PD: A veces me pregunto por qué escribo hablando a los demás, ni que esto fuera dirigido a alguien que no sea yo mismo.

sábado, enero 12

Cambios.

Hola, soy yo. Probablemente no os acordéis de mí, llevo demasiado tiempo sin escribir. Todo ha cambiado, y seguirá haciéndolo. Como era de esperar, tanto cambio ha terminado por cambiarme también a mí. Estoy cansado, cansado de miles de cosas que me hacen pensar en un final, en huir, en tirarme en la cama y hundir mi cara en la almohada. Pero ni siquiera eso me sale bien. Ya no sé llorar. Llevo demasiado tiempo sin derramar una sola lágrima, y comienza a ser preocupante. Tal vez me he vuelto más frío, más duro, un poco más piedra que persona, pero sin despojarme de mi cuerpo humano. Me paso la vida reflexionando y entre las opiniones de los demás y mi propia visión de mí mismo, solo llego a la conclusión de que soy un completo inútil. Me encuentro vacío, lleno de huecos sin rellenar, huecos que se vaciaron de amor, amistad, alegría y fuerza; y que ahora se están llenando de odio, sufrimiento, incomprensión, soledad... sobre todo soledad. Hoy me apetece volver a ser feliz, y aún no sé cómo lograrlo, pero aquí estoy, de nuevo para relataros cómo me siento. Ahora mismo, solo me apetece un abrazo.